Vie. Mar 29th, 2024

Entre los días 24 de febrero y 3 de marzo, y casi otro, de propina por culpa del mal tiempo en el Estrecho, disfrutamos del país de los contrastes: Marruecos. Hoteles de lujo-pensión, comida marroquí-pescaito frito, desierto-nieve, calles laberínticas-grandes avenidas …

Viaje que iniciamos a las 6 de la mañana del día 24 y como siempre puntuales, salimos con dirección a Tarifa en cuyo puerto desayunamos los 52 compañeros del Centro junto a Asun, nuestra guía que nos acompañó en todo momento y que acertó en todas las gestiones que hubo de efectuar. La travesía la realizamos en un catamarán y sin mareos a pesar de hacer el viaje de pie y en cola para que la policía marroquí  nos visara el pasaporte antes de llegar al puerto. Alrededor de las  11 de la mañana llegamos a Tánger donde nos esperaba Larbi, un veterano y buen guía marroquí que hablaba correctamente el español. Hablaba tanto que solía repetir lo mismo varias veces, pero todo un profesional.

El buen tiempo que nos recibió al otro lado del Estrecho sólo empeoró el último día y nos complicó el regreso en barco. Con buena temperatura y mucho sol hicimos más de dos mil kilómetros por territorio marroquí, comprobando el por qué esa tierra es conocida como el país de los contrastes. De paisajes nevados a la arena del desierto en pocos kilómetros y eso sí, siempre con vendedores ambulantes que como moscas a nuestro alrededor ofrecían múltiples artículos siempre con una sonrisa y sin llegar a molestarnos.

Tánger-Fez. Salimos de Tánger hacia Tetuán, sin detenernos en ninguna de esas ciudades, para dirigirnos a Xauén, también llamada Chefchaouen, situada a unos 100km. de Ceuta y en el corazón del Rif. Ciudad andaluza de tonos azules de añil, fundada por exiliados de al-Andalus a finales del siglo XV. El autobús, conducido por un buen y prudente conductor, Otmán, nos dejó en la calle principal de ese precioso pueblo dedicada a Abd el-Krim Jatabi héroe del Rif en su lucha por la independencia.

En Xauén comimos bien en “Casa Hassan” y terminamos de admirar el pueblo y salimos dirección Fez por una carretera en mal estado, con parada para el té, y llegamos al hotel Ramada de 5 estrellas, pero como pudimos comprobar en nuestro viaje, el número de estrellas de un hotel no es representativo de la categoría, desgraciadamente poco gasto hacen en el mantenimiento de sus instalaciones hoteleras. El Ramada es un hotel antiguo, bien decorado y no muy bien conservado.

25 de febrero. Empezamos el segundo día con la diana a las 7 de la mañana, desayuno a las 8:30 h. y a recorrer (o mejor, a correr) por la ciudad, con un buen guía que hablaba un castellano perfecto, cualidades a las que hay que añadir las de muy simpático e irónico. Gracias, Abdul por el buen rato que nos hiciste pasar.

Empezamos la visita a la ciudad Imperial de Fez contemplando las bonitas puertas del siglo XIX que adornan la entrada al palacio real. Desgraciadamente, los palacios del rey no pueden visitarse. Seguimos con la laberíntica Medina, con parada en las curtidurías con su nauseabundo olor y, lógico,  visita a la tienda de cuero para compras. Por suerte en todo el recorrido de la medina de Fez nos acompañó un tercer guía, que si bien era sordomudo, se daba a entender muy bien y fue nuestro coche escoba. Almorzamos en un restaurante típico marroquí y por la tarde una breve visita a otra ciudad imperial, Meknés. Y al igual que en las anteriores ciudades visitadas, tuvimos otro guía local. Parada en una cafetería que parecía europea, ya que entre su clientela contaba con bastantes mujeres, cosa no habitual por esos pagos. Y visita a la magnífica puerta de Bab al-Mansur, adornada con espléndidas columnas corintias procedentes de la cercana ciudad romana de Volúbilis; y brevísimo recorrido por su ajetreado zoco, versión reducida de lo que nos esperaba en Marrakech. Vuelta al hotel de Fez y a cenar y a descansar.

26 de febrero: Fez-Erfoud. El tercer día nos despedimos de Fez y nos esperaba una jornada de mucho autobús, más de 400 kms,  y una mala carretera de curvas entre las montañas del Atlas con abundante nieve en el paisaje cercano. Visitamos Ifrane y el monumento al león del Atlas (animal desaparecido a principios del siglo XX) con su estación de esquí y modernas cafeterías en los hoteles. Cruzamos las poblaciones de Azrou y Midelt entre oasis de palmeras por el valle del Ziz y nuevas ciudades, como la ciudad militar de er Rachidia. Al llegar a Erfoud bajamos del bus para subir en diferentes vehículos 4×4 e ir las dunas de Merzouga, lugar en el que empieza a sentirse y vivirse el desierto. Nos esperaban unos camellos, a los que nadie subió y los camelleros bereberes aprovecharon para acompañarnos y ofrecernos las baratijas que llevaban y tras el regateo en el precio, nos vendieron. A continuación llegamos al mejor de todos los hoteles en que nos hemos hospedado, en Erfoud el hotel de 4* “Kasbah Chergui” donde cenamos muy bien y dormimos en unas habitaciones de película.

27 de febrero: Erfoud-Ouarzazate. Un buen desayuno en ese magnífico hotel y salimos a recorrer más palmerales y la espectacular garganta del Todra en el Alto Atlas. Almorzamos en un restaurante del mismo valle, sin posibilidad de bebidas alcohólicas,   y que estaba a rebosar de turistas.  Luego, entre desiertos de piedra y oasis de palmeras, llegamos a Ouarzazate y al hotel “Kenzi Azghor” de 4* ¡Para olvidar!, habitaciones sucias y  mobiliario viejo y estropeado; más a una pensión que a un hotel. El director del hotel pretendió poner remedio a las protestas con la invitación a una consumición y una actuación en directo de un conjunto de música marroquí, que fue lo mejor de la noche.

28 de febrero: Ouarzazate-Marrakech. Bien el desayuno en el hotel-pensión y a los 30 kms en dirección a Marrakech, una parada imprescindible en el ksar de Ait ben Haddou una kasbah que hay que visitar para comprobar los contrastes de nuestro vecino del sur. Después de recorrer sus estrechas y empinadas callejuelas acabamos comiendo en el restaurante “Oasis d´Or”  y continuamos viaje por una carretera llena de curvas y en obras, pero con tiempo para cantar el himno de Andalucía en nuestro día. Desde el autobús contemplamos unas montañas llenas de nieve y pasamos por el puerto de “col du Tichka” a 2260 m. de altura y en el que un monumento nos  recuerda que los franceses realizaron esa carretera cuando la zona fue de su Protectorado. Otra “parada técnica” para visitar al señor Roca y llegada al hotel de Marrakech.

Hotel “Atlas Medina” 5* superior y realmente sus instalaciones, alimentación y servicio fueron superiores.

1 de marzo: Marrakech. Después de un buen desayuno estuvimos en “la Menara”, unos jardines con un gran estanque, de tan considerable tamaño que el viento provocaba olas en su superficie. El guía nos contó que en ese estanque los almorávides practicaban natación antes de pasar a la Península Ibérica e instalar aquí su imperio. Tras ello visitamos el “palacio de Bahía”, nombre de la favorita de un rico visir del siglo XIX, ministro con 4 esposas y tan numerosas concubinas que dicen -exagerando un poquito- que tuvo 500 hijos. La verdad es que el palacio cuenta con cuatro preciosas habitaciones para sus esposas, unos cuantos patios y uno de ellos, el de mayor tamaño, para que sus hijos recibieran corrieran y se  educaran.

Salimos de allí para visitar otro palacio, con un fabuloso salón de las doce columnas donde reposan los restos los principales reyes saudíes. Hicimos cola pero mereció la pena el tiempo de espera. Continuamos recorriendo la gran y colorida plaza de Jamaa el Fna paseando entre encantadores de serpientes, puestos de zumos, aguadores … para seguir por la medina, de más anchura y menos ruidosa que la Fez y también, más pequeña. Almuerzo en el restaurante “Palais Arabe” con comida típica marroquí. Por la tarde a la Koutibia, torre de la mezquita aljama y gemela de la Giralda y Torre Hasan de Rabat, las tres alminares son construcciones almohades del siglo XIII;  y después más medina y más plaza. Marrakech es una ciudad donde siempre hay que volver. Vuelta al hotel donde cenamos muy bien, copa y a dormir.

2 de marzo: Marrakech-Casablanca-Rabat. Como todos los días, desayuno y carretera, pero con una notable diferencia, se acabaron las malas carreteras y todo el trayecto hasta Tánger fue por autopista de peaje. Tras un breve recorrido panorámico de la ciudad más europea del país vecino, donde se produce más del 40 % de la facturación industrial del país, llegamos a la gran mezquita de Hassan II. Realmente es espléndida y fue una lástima el no poder visitarla al coincidir con un viernes y al llegar era un reguero de fieles musulmanes entrando en la misma.

Al mediodía comimos pescado frito (que estaba frío al llegar a la mesa) en el restaurante “les Fleurs” y por la tarde consiguió Larbí que nos dejaran pasar para ver el Palacio Real de Mohamed VI, aunque solo fuera sus exteriores y la vistosa guardia de su bonita puerta principal. Al volver estuvimos un buen rato en la explanada de la inacabada Tour Hassan (siglo XIII) y visitando el fabulosos mausoleo de Mohamed V, abuelo del rey actual y padre de la independencia del país en 1956.

Después a cenar al hotel. Extraordinario el hotel “Farah Maghreb Rabat 5*” y, además de sus instalaciones inolvidables sus pasteles. Tras la cena una copa amenizada por una minifaldera cantante marroquí que alternaba canciones en árabe, francés y algo en español; y a dormir, pues al día siguiente tocaban diana a las 6 h 30 min.

3 de marzo: Rabat-Asilah-Tánger-Algeciras-Málaga. ¡Que día más largo! Tempranito el desayuno y visita a la ciudad andaluza de Salé. Ciudad “tomada” por andalusíes del pueblo extremeño de Hornachos en el siglo XVII tras la expulsión de los moriscos por Felipe III entre 1609 y 1614. Estos antepasados nuestros, nunca habían visto el mar, pero fueron unos entusiastas piratas que llegaron con sus actuaciones hasta las Islas Británicas y recaudaban impuestos de las zonas de alrededor de su enclave, llegando a proclamarse independientes en su fortificada ciudad. En la actualidad sigue conservando el tipismo de entonces y hoy Salé es, prácticamente, un barrio de Rabat.

Seguimos con dirección a Asilah y, después del buen tiempo que nos acompañó todos los días, aquí nos tocó agua en cantidad, lo que no impidió que pudiéramos recorrer sus hermosas calles llenas de murales de artistas contemporáneos que dan vida a esta localidad de veraneo. Con tanta muestra artística, no podía faltar una visita a una exposición de pintura. Asilah es una ciudad muy bonita y con comercios en los que hay que regatear menos y mejores precios.

El almuerzo fue extraordinario y todo a base de pescado frito, fresco y muy abundante (pescado que sobró en todas las mesas). El restaurante donde comimos se llama “Casa García”, es de un español y muy recomendable comer allí cuando se visite esta ciudad del antiguo Protectorado español. De Asilah seguimos para Tánger y sin parar hasta el puerto de Tánger Med. Allí estábamos antes de las cinco de la tarde para coger el barco de las seis. ¡Ilusos! Tras una hora de espera la pantalla electrónica anuncia que se ha anulado el servicio de ese barco. Menos mal que poco después nos  confirmaron que saldría. Con el billete del pasaje en la mano esperamos un tiempo interminable y por fin un autobús del puerto nos llevó al barco y así, poco después de las nueve de la noche nos acomodamos en el barco y por fin salió del puerto marroquí, eran más de las doce de la noche. Una travesía tranquila y atraque en Algeciras sin problemas, aunque nos dijeron que quizá al día siguiente se cortara el tránsito del Estrecho. Desembarcamos en Algeciras de madrugada, un solo puesto fronterizo abierto y mucha paciencia para el sellado de los pasaportes. Por fin en el autobús con dirección a Málaga sin paradas y por fin el día de vuelta tuvo su término. Eran cerca de las siete de la mañana cuando llegamos a C/ Góngora y dimos por finalizado un viaje inolvidable por lo bien que lo pasamos y lo mucho que Marruecos ofrece al viajero.

Hasta la próxima.  

                                          Fco. Rodríguez

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Por Casyufera